martes, 27 de septiembre de 2011

La Vía Láctea

La veo venir caminando como una modelo todo el paradero de nuestro bus. Siempre era en las mañanas bien tempranito, a veces en las tardes, con sus piernas largas y blancas mientras yo la veía venir hacía mí sentado en la banca. De pronto ella me miraba suavemente con sus lentes negros de verano saludándome con un gesto de amabilidad tan linda, tan respetable. Éramos dos compañeros de trabajo los que esperábamos ansiosos verla llegar al paradero, al micro de la empresa y cuando ella llegaba éramos , al menos en mi mente, sólo ella y yo. No sé, yo sentía que había algo especial entre ella y yo. También nos veíamos en la noche. Aunque a veces la acompañaba su novio que antes había trabajado con nosotros en la empresa. Y entonces llegaba el carro, un micro grande como para hacer turismo nacional, que nos llevaba al trabajo. 
El ser humano gusta de imágenes en movimiento. Creo de que Angela sabía que yo disfrutaba mucho viéndola moverse, además me habían dicho que en el trabajo todos o casi todos la habían invitado por lo menos a tomar algo. Y sí que sabía vestirse, lucía su ropa, a veces politos cortos , a veces unos jeans ajustados...y todo le marcaba sus estiradas curvas. La moda no incomoda. Y cuando venía con su faldita larga, con sus botas... , toda imponente y a veces venía con sus sandalias blancas que eran excelentes.
Cuando de regreso bajábamos juntos en el mismo paradero la gente que se quedaba en el micro, cansada de tanto trabajo, sentadita de regreso a sus casas, algunos medios dormidos, otros escuchando música en sus mp3 y la mayoría solamente mirando las calles por las ventanas como pensando en el futuro, ella hacía como que tocaba mi mano en el pasamanos delante de todos como para que lo vieran, haciéndolos  imaginar que Angela y yo éramos amantes.
A mí me gustaba la magia que se daba en ese momento. Ella era una de las ingenieras que supervisaban la fábrica de yogurt, uno de los productos bandera de la empresa, que estaba bien lejos de Lima por lo que nos habían puesto varios micros para llevar y traer a los trabajadores, pudiendo subir y bajar por varias avenidas principales de la ciudad. Y yo era un simple empleado con menos responsabilidades que ella comparado con su trabajo, que a veces ostentaba el cargo de apoderada de la empresa. Acepté ser su amigo porque creo de que ella era lo que se dice una de las engreídas de los dueños de la fábrica, quienes ayudados por los políticos más influyentes del momento recibieron una fábrica de leche exitosa pero con el pasar de los años la han convertido en un Grupo Empresarial multinacional muy conocido en Sudamérica y en el resto del Mundo.
Yo que soy comunicador social, después de mucho esfuerzo buscando trabajo como periodista redactor llegué a trabajar como Asistente de Logística en Nirvana S.A para atender a los operarios, darle sus repuestos, usar la computadora... Mi entretenida experiencia como redactor en revistas y en emisoras radiales como Verdades no me había servido de mucho porque para encontrar trabajo de periodista a veces tienen que darse varias cosas a la vez como tener contactos amigables que te avisen y te proponga como el nuevo trabajador, teniendo una experiencia laboral como trabajador pagado por tus reportajes –a veces a lo mucho ponen tu nombre y te invitan el almuerzo del sábado- y, lo más importante, que en ese nuevo puesto de trabajo te paguen bien pues.
Mi otra experiencia social había sido también como Asistente de Logística en los almacenes de otra reconocida empresa, donde aprendí cómo hacer inventarios de todo lo que compra una empresa para poder funcionar, cómo llevarme bien con gente que no lee periódicos ni se interesa tampoco por leer las etiquetas de los certificados de control de calidad que llegan con las compras. En cambio sí pagaban lo suficiente como para darte la gran vida si eres soltero o casado y con un hijito. Yo primero me había salido de la revista Runa porque mis aportes en la manera de redactar las informaciones eran copiadas por una compañera de trabajo que estaba allí a cambio de hacerle felaciones al jefe de redacción. Y aparte que a ella si le pagaban un sueldo fijo, además se llevaba todo el reconocimiento y bueno, me fui. Llegué a Verdades acompañado por un amigo de la universidad que vive cerca de la radio, me acompañó, hablamos los dos para poder trabajar allí y al día siguiente ya estaba redactando noticias para el noticiero de la tarde. Me gustó como experiencia pero tampoco pagaban, ni siquiera los pasajes, por eso creo que la emisora era el pasatiempo del dueño, quien era un compadre de apellido inglés amigote del Presidente del Perú en ese momento. Y todo indicaba que sólo usaban la radio para informar cosas que beneficien al Gobierno.
Por eso me fui después de haber aprendido en la práctica lo que es voltear la noticia hecha por otra agencia de comunicaciones para darla como nuestra después de haberle cambiado al “qué, cuándo, cómo, dónde, por qué y para qué” los verbos, las preposiciones, el número y el género. Incluso nosotros mismos llamábamos desde el teléfono de la esquina a nuestro propio programa para hacer como si otro público radioyente estaba participando  haciendo consultas sobre el tema que tratábamos en ese momento al aire.
Entonces buscando trabajo por todos lados llegué a Nirvana, me entrevistó el Supervisor de los almacenes y finalmente conseguí entrar como asistente de logística. Una tarde después de estar un mes más o menos trabajando con mis nuevos compañeros, me presentaron al jefe de los almacenes que recién había llegado de viaje, era un pata más gordo que yo pero igual de bajito como yo, aunque a decir verdad él usaba unos tacazos en sus zapatos. Todo salió bien, me dio la mano, “hola, me da gusto que estés aquí, ya nos conoceremos mejor” me dijo, “gracias señor, quiero dar lo mejor de mí y aportar en algo aunque sea” le dije. Todo iba excelente hasta que para sorpresa mía se activaron los prejuicios de mis compañeros quienes de casualidad se enteraron de que yo era un profesional universitario. “Ah… tú eres comunicador” me dijo uno de los chicos más antiguos, “mira, mira, él es de universidad” se empezaron a decir entre ellos. Yo estaba tratando de caerles bien porque una vez durante el turno de la noche vi unos papeles en el escritorio del supervisor donde detallaban el perfil del postulante para el puesto de asistente de almacén y sólo pedían haber terminado la secundaria escolar. Sí pues, ya era ellos y yo.
Yo sé que un cartón no hace a la persona pero sí puede traerte beneficios si vives en una sociedad que valora la cultura de la educación. Y si bien el ambiente de trabajo era bueno, también me enteré de que el señor Monis, el jefe de los almacenes, quien era muy dado a manipular con mentiras o medias verdades a  mis compañeros –como que cierto asesor del gobierno de malísima reputación no era de la misma tierra nativa de los dueños de Nirvana S.A.- para que se portaran como él quería, había aprendido toda la gestión logística haciéndola nomás ya que tampoco tenía estudios universitarios. Al menos eso me dijeron las malas lenguas, que hay en todos los trabajos, pero que con el tiempo lo confirmó con todo lo que me hizo después.
Para conocerme mejor Monis, en vez de hacerse mi amigo o quizá para hacerse alarde a sí mismo de que tenía poder sobre las personas dentro de una empresa multinacional, después de ver que Angela y yo nos llevábamos bien hizo, no sé cómo, para que ella se hiciera mi amiga, un poco confidente. Cuando me di cuenta de esto, acepté el juego que además les gustaba a los de  la planta y a ella misma. Después de hacerse la difícil para aceptar, cuando ya habíamos bajado de la movilidad luego de estar en el turno de la amanecida,  le di un papelito con la dirección de un blog que estaba haciendo yo mismo para ver cuántas visitas podía generar con mis temas. “¿Es de la empresa?” me preguntó mientras caminábamos juntos en una mañana nublada por el trébol de la avenida Javier Prado, “sí, es una especie de manifestación de mi inconsciente” le dije.
  

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